sábado, 21 de octubre de 2017

Nuestros romances de Navidad


Durante estas fiestas de Navidad y año nuevo, al menos en Cáceres, y aun en los pueblos cacereños —aunque cada vez más escasamente— se suelen recordar viejos romances que, a mi juicio, tienen siglos de tradición oral y, aunque han sufrido transformaciones a lo largo de ellos, pueden identificarse con los más antiguos, que debieron partir de los hechos de armas de la reconquista.
Cierto que el pueblo los canta sin saber nada de esto, que son complicaciones que se buscan los intelectuales, pero ahí están esperando que alguien venga a rescatarlos para que no acaben desapareciendo.
Es encomiable que grupos como “Los Jarchas”, de Huelva, o como “Manantial”, de Cáceres hayan recogido algo de esto —aunque no sean exactamente las canciones a que me refiero— ofreciendo versiones actualizadas que, al menos, quedan como “restauradas” para vivir algún siglo más.
Volviendo a los de Cáceres, diré que he tenido la dicha de oír cantar a personas ancianas, durante estas fiestas, algunos de estos viejos romances que se cantaban en Cáceres de muy antiguo, y aunque con las lagunas propias de la memoria de estos ancianos, de más de ochenta años, me han parecido piezas dignas de ser recogidas por alguien entendido en la materia.
Entre ellos, hay uno muy popular que todavía canta la gente más joven, y que tiene esas reminiscencias medievales. Me refiero al que comienza: “¡Ay que castillos, ay qué murallas, no puedo menos que atravesarlas, y si la paso y no la atravieso, en el castillo me quedo preso…”
Pero entre todos, se conserva aún una versión cacereña del que se conoce por “La Moralinda”, al que hacen referencia, como muy raro, los autores Menéndez Pelayo y Menéndez Pidal en “Flor de romances”. Dicen ellos (que yo de esto sé más bien poco), que se trata de un rarísimo romance de origen asturiano, del que no hay otra versión parecida. Pues bien, en 1935, el investigador cacereño Tomás Martín Gil demostró que había otra versión de este romance —más bonita aún que la citada— recogida en Villanueva de la Serena, y además, que el “Cancionero popular de Extremadura” recogía otras versiones parecidas de Badajoz, Alcuéscar, Santiago de Carbajo, Villanueva, Almendral y Campanario.
Bien, a esas uno yo la que he escuchado en Cáceres capital, y en más de una ocasión. Comienza de este modo:
“Al salir de los torneos,
entrando en la morería
hallé una mora lavando
al pie de una fuentecilla…”
No voy a recoger todo el romance, sino decir que su argumento es el mismo que el de los otros citados: un caballero que se trae a una cautiva, a sus tierras “de los montes de Oliva”, y que luego resulta ser una hermana suya cautivada por los moros hace siete años.
La idea queda ahí, como entretenimiento para los más, durante estas fiestas, y como estímulo para los que, con más conocimientos, pudieran investigar sobre ello.
Diario HOY, 31 de diciembre de 1983

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