martes, 31 de octubre de 2017

¿Para qué nos sirven?


Se dice que el propio presidente del Gobierno, Felipe González, está preocupado por el caos económico de las autonomías. Resulta que políticamente el estado de las autonomías puede ser una realidad, pero económicamente es un caos que puede acabar en la quiebra financiera del Estado.
Es público el que las 17 autonomías han generado un déficit e 130.000 millones de pesetas, siendo una parte de ello los sueldos de sus presidentes y consejeros que, en varios casos, cobran más que el propio presidente González.
No obstante esto, la misma comunidad murciana acordó subirse los sueldos en un 30 por ciento, cuando los de cualquier trabajador no han subido, o han subido como máximo menos del 8 por ciento.
No vamos a entrar en esto que es un contrasentido para cualquiera que se lo piense despacio, sino en que el hombre de la calle comienza a preguntarse: “Aparte de generar déficit y subirse los sueldos, ¿para qué nos han servido las autonomías?”
Uno piensa que en todo debe haber una contraprestación y supone que eso que nos viene costando tan caro, entre otras cosas por los generosos sueldos acordados al modo de Juan Palomo —yo me lo guiso y yo me lo como—, debe sernos útil al resto de los ciudadanos para alguna cosa: aminorar los trámites burocráticos anteriores, estar mejor atendidos que con la Administración central anterior, o mejor informados, o más cultivados, o mejor protegidos. Pero se da cuenta de que todo se ha complicado más, aparte de costarnos más caro, y comienza a pensar si las autonomías se van a quedar sólo en la creación de poltronas bien pagadas para dormir, tan ricamente, la siesta, mientras solo los ciudadanos de a pie somos los que nos apretamos el cinturón, para cumplir los criterios de austeridad que propugna el presiente del gobierno, Felipe González
Diario HOY, 16 de marzo de 1984

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