martes, 10 de octubre de 2017

Un cambio a tener en cuenta


Insensiblemente y sin que nos demos mucha cuenta de ello, Cáceres se nos ha convertido en una ciudad universitaria. No se trata ya de comentar los acontecimientos protocolarios de una apertura de curso, sino de decir que la fisonomía de la ciudad ha cambiado con esa gran masa de alumnos que cursan sus estudios en las facultades y escuelas, y la de los profesores de las mismas que, en avalancha, invaden nuestras calles, que son ya las suyas, nuestros bares y la ciudad en general.
Cáceres ha cambiado su aire adusto por un aire juvenil que se nota más en estos comienzos de curso, en los que parece que una nueva sangre o savia ha entrado en las antiguas venas de nuestra ciudad para darle otro ritmo que puede gustar o no gustar, pero que es como abrir una ventana al aire fresco de la juventud, con todas las ventajas y con todos los inconvenientes que esa masa juvenil, con problemas distintos, conlleva.
Yo, personalmente, estimo que esto es bueno para Cáceres, aunque hay que reconocer que estos diez años de universidad han corrido más aprisa de lo que podíamos esperar y hasta comienzan a configurar una imagen distinta del Cáceres tradicional con la que habrá de contentarse de aquí en adelante.
Lo que yo pienso es que las estructuras ciudadanas no han evolucionado al mismo ritmo de este cambio y se ha creado una serie de problemas nuevos a los que debería prestarse mayor atención.
Entre ellos están los problemas de alojamiento del profesorado y del alumnado, que han encarecido de tal modo los pisos, amueblados y sin amueblar, que no hay forma de encontrar uno y, dicho sea de paso, hay arrendatarios que vienen haciendo su agosto en este río revuelto.
Hay grupos de estudiantes que toman alguno en arriendo para vivir en república, en comunidad y así solucionan el problema. Las pensiones estudiantiles han comenzado a surgir pero todavía son escasas.
Problema parejo es el del profesorado al que el alojamiento, por esa escasez, le resulta malo y caro, siendo esta una cuestión delicada porque, si queremos tener profesorado bueno y estable, hay que pensar en darle facilidades de alojamiento y estancia que, de algún modo, debemos hacerles grata.
Diario HOY, 7 de octubre de 1983

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