jueves, 26 de octubre de 2017

Una historia color de rosa


Estamos acostumbrados a imaginar la historia pasada desprovista de aristas. Se nos ha contado de tal modo acomodaticio, que la vemos como un cuento color rosa, cuando la verdad es que no sucedió de tal modo, sino que los cronistas, por las razones que fueran, las dulcificaron.
Estamos por ello inclinados a pensar que las antiguas órdenes de Caballería, órdenes religiosas, en las que se incardinaban monjes que al par eran heroicos caballeros se dedicaban sólo a proteger a los peregrinos que tenían que recorrer los caminos, cuando nada hay más lejos de la verdad. Así, la Orden del Temple, que tanto predicamento tuvo en Extremadura, o las de Alcántara y Santiago, nacidas aquí, las vemos como virtuosos caballeros y adalides de los peregrinos que tenían que cruzar los puentes, castillos o caminos que ellos guardaban, cuando la verdad es que estas órdenes, la mayoría de las veces, actuaban como verdaderos bandidos que esquilmaban a quienes se ponían bajo su feudo, o simplemente los cruzaban.
La historia está llena de estas luchas mantenidas por el vecindario de las ciudades y villas, a las que protegían los reyes, contra estas órdenes. Prueba de ello puede ser el saber que la Orden de Alcántara, que custodiaba el famoso puente, cobraba como portazgo de los ganados que lo cruzaban una cabeza por millar, pero la mayoría de las veces solían quedarse con el rebaño completo.
La del Temple, que guarecía Alconétar, la tomó con las gentes de Plasencia, hasta el punto de tener que intervenir el rey don Sancho IV, por real carta de 2 de mayo de 1292, recomendando a los placentinos no utilizar ese paso del Tajo y, de hacerlo, pedir ayuda a los concejos de Cáceres y Trujillo a fin de que “los templarios no les roben y asesinen como suele ser lo corriente”.
Cosa parecida pasaba en el puerto de Miravete con los “golfines” que robaban y mataban a quien les apetecía, por lo que el mismo rey, en 1284, firma un privilegio dando su villa de Jaraicejo a Gonzalo Godines, para que establezca en ella y su término lo que podríamos llamar defensa del territorio, dando a los vecinos que allí vinieran grandes privilegios.
La verdad es que los “golfines” siguieron haciendo de las suyas, hasta que los Reyes Católicos les dieron una especie de amnistía, tras de la cual se establecieron en Cáceres, formando familia y dejando sus antiguas artimañas… Pero esto es ya otra historia. Lo que sí queda claro es que la historia pasada no fue nunca tan de color de rosa como nos la contaron.
Diario HOY, 7 de febrero de 1984

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