domingo, 8 de octubre de 2017

Vuelta a la cal


Pienso yo que los niños actuales no se han podido dar el gustazo de ejercitar su imaginación mirando los desconchones y manchas de las paredes encaladas.
Ahora no se blanquean las paredes. Ahora se pintan o se empapelan logrando quizás un efecto más bonito, pero menos enriquecedor de la imaginación infantil.
Yo alcancé a conocer la época en que los edificios, por dentro y por fuera, se encalaban. Cáceres tenía una cal buenísima y el producto estaba al alcance de la mano por lo que, al menos una vez al año, las fachadas y el interior de las habitaciones se encalaban. Para esta práctica había blanqueadores en gran abundancia que, en un santiamén los enjalbegaban rodo.
Pasaba, no obstante, que como las capas anteriores no se quitaban y los desconchones no se rellenaban con pasta, como ahora, la nueva capa presentaba unas irregularidades que simulaban sombras y formas caprichosas cuando no les daba la luz totalmente de frente. Ello estimulaba la imaginación de los niños que veíamos un mundo fantástico en esas sombra hasta el punto de jugar a ver quién averiguaba lo que imaginábamos ver.
El juego era muy simple y solía hacerse entre dos. Uno de los niños decía: “Veo un elefante” y el otro tenía que averiguar cuál de las manchas simulaba un paquidermo: o veo un acara, o una nube, o un dragón… porque todo dependía de la imaginación del observador.
Pero el juego se estropeó con la llegada del progreso, que sustituyó la cal por pintura o papel uniforme como se estropeó la floreciente industria cacereña de la cal de la que vivían muchas familias y, prueba de ello, es la existencia de la calle de Caleros, así como la superabundancia de hornos de cal que hoy día han pasado a la historia.
Pero —y esto es lo curioso del caso— un entendido de estas casas me explicaba hace unos días que se está volviendo a la utilización de la cal, por ser más lógica y más sana que la pintura.
“Mira, me decía, la cal es un desinfectante natural al que no le llega la pintura y, además, es más aislante, sobre todo en climas cálidos. Si tú pones la mano en una pared encalada que esté al sol, por fuerte que éste sea, la pared parecerá fría, lo que no pasa con una pared pintada con otro producto, caldeándose ésta como si fuera un horno.”
En fin, que la serie de cosas que en defensa de la cal me dijo mi amigo, parecen indicar que la cal se vuelve a utilizar en los antiguos usos para los que antes se destinaba, quizás por aquello de que no hay nada nuevo bajo el sol, y que yo me alegro de ello, por lo que pudiera suponer en el resurgir de esta vieja industria cacereña, de la cal y los caleros.
Diario HOY, 18 de agosto de 1983

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