lunes, 6 de noviembre de 2017

Don Arturo, el de la banda


Aunque Paquita García Redondo, en su libro “La música en Extremadura”, se ocupa de las muchas bandas de música que hubo en nuestra región, y recoge intensamente datos sobre todas ellas, sería oportuno recoger un anecdotario de nuestra Banda Municipal de Música, que es una de las más veteranas de la región, ya que cuenta con 104 años de existencia, y que en tan largo periodo tuvo directores y músicos cuyas ocurrencias y sucedidos podrían llenar un libro. Hay que agradecer a Paquita el esfuerzo conjunto que su libro ha supuesto, ya que es el primero que sobre el tema se ha editado en la región, pero ello podría ser pie de una investigación más profunda y pormenorizada de los detalles de cada una de nuestras bandas de música y lo que supusieron en el entorno social de la época en que se crearon.
He oído contar que en el siglo pasado, sobre todo en la zona de La Vera, solía haber el lógico enfrentamiento de mozos, en las fiestas, que terminaban a navajazos y que precisamente la creación de las bandas de música —en esa zona— por lo que suponía de entretenimiento, aminoró estos “accidentes”. No sé si el detalle es o no cierto, pero así se contó y así lo recojo. Desde luego, estas bandas tuvieron su mucha repercusión en el entorno social en que se movían, creando en el pueblo el gusto al arte de la música, que no es poco.
Nuestra banda de Cáceres, a la que ahora, felizmente, quiere dársele nuevo auge, se fundó en 1880 por don Antonio Rossi, que la dirigió hasta 1893. Yo al director más antiguo que llegué a conocer fue a don Arturo García Agúndez, que tiene un largo anecdotario por su carácter fuerte en el que no faltaba el humor. Se contaba de él que al hacer la oposición para dirigirla se enfrentó con otro aspirante que, ante el tribunal, como mérito, pidió permiso para cantar una romanza, Al tocarle el turno a don Arturo, éste se dirigió al tribunal y dijo: “Yo para hacer méritos, igual que mi antecesor, pido permiso para dar unos molinetes y vueltas al carnero, porque lo hago muy bien”, chafando la intención del aspirante y alzándose él con el puesto. Muchas más anécdotas podrían contarse de este director, al que se le llevaban los demonios cuando los chavales de entonces llamábamos a la banda “los gorriatos”, y hasta nos perseguía batuta en mano.
Diario HOY, 6 de mayo de 1984

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