domingo, 5 de noviembre de 2017

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Desde luego en Cáceres nunca ha tenido mucho relieve la llamada “Fiesta del libro” que también estamos celebrando. Pienso yo que la coincidencia aquí de esta fiesta con las patronales de San Jorge y con la bajada de la Virgen de la Montaña, que también suele caer por ahora, han restado lo que podríamos llamar interés popular, y más que ello, el que los organizadores de la primera, que han sido siempre las comisiones municipales, orientaban su atención hacia las patronales y de no haber una iniciativa de los propios libreros de la ciudad —que alguna vez hubo— la fiesta se quedaba en nada: en la rebaja de un diez por ciento en el precio de los libros comprados en la semana y pare usted de contar.
De cuatro años a esta parte, con las “Ferias del Libro Antiguo y de Ocasión”, se ha hecho un poco más en este sentido, pero no es bastante, si pensamos que, según las estadísticas, un 50 por ciento de los españoles no han leído un libro en su vida (si no es por obligación, entiendo yo) y creo que en Extremadura ese tanto por ciento es aún mayor. ¿Por qué ha sucedido esto?, pienso yo que esta incuria viene de siglos y uno todavía ha abarcado los tiempos en que leer era casi un pecado, algo censurable, que hacían los desocupados. Recuerdo las recomendaciones de algún maestro que utilizaba el refrán: “Las novelas, no verlas”, es más, para leer la Biblia había que pedir permiso a un sacerdote y no siempre lo daba. Había como una consigna tácita contra la lectura que algunos relacionan con las diatribas que el propio Cervantes hace contra los malos libros de caballería, aunque interpretándolo mal, o tomando el rábano por las hojas. La estupidez mayor contra la lectura la lanzó un Ministerio de Cultura español de no hace tanto, al poner en circulación el slogan “Un libro al año no haee daño”, porque lo verdaderamente dañoso es leer un solo libro al año.
Diario HOY, 25 de abril de 1984

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