jueves, 2 de noviembre de 2017

Los antiguos lutos

(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
Según cuenta don Antonio Ponz, que viajó por Extremadura allá por el siglo XVIII, en Cáceres existía la costumbre de enlutar las capillas o sitios, dentro de las iglesias, donde se enterraban los cacereños, ya que entonces los cementerios eran dentro y alrededor de las iglesias. “Los que son títulos —escribe Ponz— suelen distinguirse por un dosel muy alto en sus entierros, hechos de bayeta negra; y los que no, con un paño de bayeta del mismo color y sus escudos de armas en él, de suerte que todo el año representan éstas iglesias un fúnebre espectáculo.” Agrega además que, según le indicaron, antiguamente, este enlutamiento solía durar un año pero cuando él visita Cáceres la costumbre era dejar allí las bayetas hasta que se caían a pedazos, afeando la iglesia,
Esta costumbre cacereña a los lutos utilizando telas negras, debía ser muy antigua ya que, en los archivos municipales hay un documento de 1505 en el que consta que con motivo de los funerales hechos en Cáceres, a raíz de la muerte de la reina Católica Isabel de Castilla, se le pagan al mercader principal de la villa, Álvaro de Cadaval, una cantidad por la utilización de paños para hacer el túmulo de los funerales, dándose el siguiente detalle, que nos informa de cómo se hacían estas cosas: “se le pagan 265 maravedís por el daño y menoscabo que vino a un paño suyo que pusieron sobre la tumba cuando se hicieron las honras por la reina, nuestra señora, y 566 maravedís restantes por vara y sesmo de damasco blanco que vendió a la villa para la cruz que se puso sobre la tumba, que son por todo lo dicho 831 maravedís”. De lo que se deduce que en los funerales por la muerte de la reina se instaló un túmulo de paños negros, prestados, y sobre él una cruz blanca de tela de damasco, comprada al dicho mercader Álvaro de Cadaval, que según nuestras noticias fue el único de este apellido que figuró en Cáceres y por lo dicho debió ser un rico comerciante venido de fuera.
Diario HOY, 31 de marzo de 1984


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