jueves, 2 de noviembre de 2017

Nuestra Plaza Mayor


En la colección de recortes de sus “Ventanas”, al lado de ésta, Fernando tiene puesto a mano: “Muy por cortada por …. “ y el nombre del que, entonces, era redactor jefe en Cáceres. El recorte, supongo dado el tema que trata, con seguridad se debió a razones de espacio en el periódico de ese día y no a otros motivos.
La Plaza Mayor de Cáceres, a lo largo de la historia, ha tenido muchas transformaciones de su interior, no de su recinto que debe seguir igual, poco más o menos, que cuando los judíos expulsados del interior de las murallas comenzaron a construir sus casas en ellas y a trasladar así sus negocios a lo que después sería el más importante centro comercial, sobre todo en las ferias.
Viendo fotos de los últimos años, como recoge el libro de Juan Ramón Marchena “Cáceres en el pasado”, nos damos cuenta de las transformaciones que ha tenido “su bandeja”, o sea su parte central.
Diremos que por 1842 estuvo a punto de tirarse la torre del Bujaco, para con sus escombros rellenar y allanar la plaza; gracias a Dios, el acuerdo municipal no se llevó a cabo, pero de esas fechas fueron los primeros árboles que se instalaron en ella, ya que el 25 de enero de ese año se comisionó a uno de los ediles para que marchara a Sevilla para traer los primeros árboles que se pusieron en la plaza.
El enlosado de los soportales se llevó a cabo en su mayoría en 1626; la bandeja central en 1842; esta bandeja desaparecerá en 1931, dotándose a la plaza de un paseo central, con jardín, aunque en realidad el jardín y empedrado artístico que llegó a nuestros días se realizó en 1937.
La última reforma, y la más desacertada, se inició en 1969, a instancias del arquitecto de Bellas Artes señor Rodríguez de Valcárcel, quedándonosla como un enorme garaje, tal como está ahora. Las 12 palmeras que figuraban en ella quedaron hasta 1970, ya que el vecindario se negó a que se quitaran, pero aprovechando una visita del Generalísimo Franco, y con el pretexto de que estorbarían para las filmaciones de “NO-Do” se arrancaron en una noche llevándolas al Paseo Alto, donde acabaron secándose. Era concejal de jardines entonces Luis María Gil y Gil.
Diario HOY, 1 de abril de 1984

NOTA.- Don Luis María Gil y Gil, ex concejal, conocido médico otorrino con ejercicio en Cáceres y antiguo caballero legionario (lo que llevaba con mucho orgullo), fallecido en Cáceres el 3 de noviembre de 1994 a los 82 años, envió una carta al periódico, a la atención de Fernando, con fecha 5 de abril de 1984, que dice lo siguiente (copia literal):

Sr. D. Fernando Morales.
Mi querido amigo:
Días Pasados leí en el diario Hoy de fecha uno de Abril del año en curso, un artículo tuyo sobre “Nuestra Plaza Mayor”.
De antemano te doy la enhorabuena por la referencia que haces de la Historia de esta Plaza Mayor, es conveniente hacer estos artículos con frecuencia, para que la gente sepa nuestra Historia.
Pero tengo que matizar unos puntos oscuros.
En efecto por esas fechas era concejal de jardines, y al enterarme de la reforma que se pensaba hacer en la Plaza Mayor me opuse, diciéndome el Alcalde Don Alfonso Díaz de Bustamante y Quijano que era idea del arquitecto de Bellas Artes Don Rodríguez de Valcárcel; con todos mis respetos le dije al alcalde que me oponía a dicha obra no haciéndome caso, cosa corriente y habitual en él y más si partía de mi persona.
Se efectuó el desmantelamiento, que me dolió y que siempre que podía le hacía constar mi oposición, pero ni caso, siguieron las obras de demolición.
En efecto quedaron las doce palmeras, pero seguían en quitarlas y yo en que no.
En esto se anunció la venida a esta Capital la visita del Generalísimo, y dijeron que las tenían que quitar no solo por la filmación del No-Do, sino por la seguridad del Caudillo. Me reí de tal sugerencia, pues los servicios de seguridad no habían dicho nada al respecto dado el caso de que unos días antes de la anunciada visita, hablé con el jefe de Seguridad, antiguo amigo mío pues había estado en la 5ª Bandera de la Legión y me dijo que era una tontería.
La tarde antes de la llegada del Caudillo, fui llamado por teléfono por el Sr. Gobernador, para que avisase al Sr. Tapia y  mandase a la plaza material adecuado para quitar las palmeras; me negué en rotundo pues le dije que no me prestaba a esta maniobra, que era tan impopular, que yo permanecía en Cáceres y él como Gobernador y el Alcalde eran aves de paso, y yo quería tener la conciencia limpia.
En la noche que las quitaron, me dijeron que la gente estaba en la Plaza Mayor dando muestras de descontento, así pues me acerqué a la plaza y subido a una máquina que fue llevada por orden del Gobernador y seguramente con el visto bueno del Alcalde, me dirigí a los concentrados y les dije que yo no tenía nada que ver con esta destrucción de la Plaza Mayor.
La llevada de las palmeras (12) al Paseo Alto tampoco nada me dijeron. Creo fue cosa de otro concejal. Al enterarme de tal desaguisado le dije que el trasplante de estos árboles requería una serie de preparaciones largas y costosas, pues con motivo de que la palmera del Palacio de los Mayoralgo, me puse al habla con ingenieros de montes y me dieron una serie de datos muy interesantes, que sobrellevan este tipo de trasplantes.
Así pues amigo Fernando nada tuve que ver ni con las obras de la Plaza Mayor, trasplante de palmeras, así como tampoco se me dijo cuando se efectuaron los accesos a Cáceres, carretera de Trujillo, Paseo de Cánovas, etc., etc.
Hace unos días fui de paseo con mi mujer y pasé por Fuente Concejo y me dio verdadera pena el ver el abandono que está la rampa de la carretera de subida a la Virgen de la Montaña, donde yo me volqué a consecuencia del desgraciado accidente que costó la vida a un hombre. Puse una barrera que ha desaparecido, planté árboles adecuados a dicho lugar por la falta de agua en aquellos tiempos, pues bien, todo está destruido, y es lástima que dentro de unos días baje nuestra querida Virgen y vea aquel desastre y abandono en que se encuentra dicha bajada.
En fin Fernando, podía seguir escribiendo y relatando mis vicisitudes de concejal por el tercio de familias. Se me marginó como se dice actualmente y se llegó a despojarme de todas las actividades solo quedando de concejal, que yo como buen español y de buen genio me autodenominaba “Concejal de menstruación”, pues solo me avisaban de los plenos cada 28 o 30 días, si presentaba alguna moción se olvidaban de ponerla en la orden del día, y más si se trataba de sueldos, dietas, banquetes, etc., etc.
Te ruego lo leas pero no publiques lo que digo en estas mal pergeñadas páginas.
Ponme a los pies de tu Sra. y tú recibe un fuerte abrazo de tu amigo.

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