martes, 14 de noviembre de 2017

Ojalá me equivoque


(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
Allá por los años 50, se creó en Cáceres la primera emisora, tras un corto período de funcionamiento de la antigua “Radio Falange” durante la Guerra Civil. Me refiero a la primera “Radio Cáceres”, de la que es continuadora la actual “Radiocadena”. Aquella primera emisora se creó en solitario, aunque después se oficializara y se pasara a una cadena nacional, pero todo ello tuvo una serie de avatares que no se han contado —porque entonces había menos libertad para contar las cosas— y algunos de cuyos aspectos voy a contar ahora, por haberlos vivido directamente.
La operación la inició la provincia a través del entonces gobernador civil, don Antonio Rueda que, con fondos que tenía del “Movimiento” y con la promesa de que se integraría en una cadena nacional de radiodifusión después, pagó una alta cifra a una industria, de fuera de Cáceres, que fabricaba estos instrumentos. Se montó lo que había costado tan caro y se puso en manos de unos técnicos locales que acabaron informando de que aquello había sido un engaño porque estaba preparado para el tente mientras cobro ya que estaba realizado con material de desecho que tras unas cuantas horas de emisión, se averiaba continuamente, costando un ojo de la cara la sustitución del viejo material por otro nuevo, con lo que el gobernador, que se sintió engañado, decidió el cierre.
No se produjo éste, porque el equipo de gentes que entraron a trabajar en esta emisora tomaron sobre sí y a su cargo el hacerla funcionar, no cobrando sus sueldos y empleando éstos y todo lo que se ganaba en publicidad con grandes sacrificios y aun con aportaciones económicas y créditos personales de ellos mismos. Fue una machada —de la que no se ha hablado— pero a la que se debe el que la emisora funcionara hasta que años después una cadena nacional se hiciera cargo de la misma, apuntándose el tanto político otras personas que no habían hecho más que dejar hacer a los que realmente se sacrificaron entonces.
Yo viví aquello y, quizás, tenga una deformación por cosas parecidas que aquí han ocurrido en asuntos que parecían verse claros. Por ello, sin quererlo, cuando se habla de la compra a Inglaterra de la fábrica de microordenadores, me acuerdo de la Radio, aunque desearía equivocarme, al menos en esta ocasión.
Diario HOY, 19 de julio de 1984

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