lunes, 6 de noviembre de 2017

Rescatar la organería


Extremadura es lo que pudiéramos llamar el “paraíso” de los órganos góticos y barrocos, habiéndose conservado en neutra región un gran número de estos instrumentos que en el periodo barroco tuvieron su edad de oro. No se sabe ciertamente si esta milagrosa conservación se debe a la falta de medios para sustituirlos por otros más modernos, como ha sucedido en otras regiones, o por un gusto conservador que se ha dado aquí en estos, cada día más escasos instrumentos. Pero lo cierto es que ahí están y muchos de ellos esperando una restauración que, al ser costosa,  en muchos casos se retrasa. En la capital se han restaurado algunos órganos de este periodo, pero no así en nuestros pueblos de los que es curioso saber que en la antigüedad tuvieron más tradición y prestigio musical “organero” que la propia capital, a la que abastecían de organistas, como es el caso de Garrovillas, durante los siglos XVI y XVII, que formó una verdadera escuela de organería, de la que salieron prestigiosas figuras y, entre ellas, Domingo Marcos Durán, que escribió el primer tratado sobre órganos que se conoce en España.
Decimos todo esto porque a nuestro juicio merece más atención de la que le prestamos el que en nuestros pueblos comiencen a rescatarse estos raros instrumentos, muchos de ellos a punto de desaparecer, y debería prestarse más amplia ayuda, por parte de los organismos culturales, aunque sólo fuera por tratar de resucitar el viejo esplendor que esta rama musical tuvo en lo antiguo. Viene este comentario a cuento de que el párroco de Santa María, de Brozas, don Gregorio Carrasco, entendiéndolo así, lleva más de seis años trabajando en restaurar el órgano de su iglesia, lo que acaba de conseguir, tras muchos esfuerzos y sinsabores, anunciando para el próximo domingo un concierto inaugural del mismo a cargo del organista extremeño Miguel del Barco.
Creemos que el ejemplo de don Gregorio es digno de imitarse en otras muchas de nuestras parroquias y que merece, a nuestro juicio, un aplauso sin reservas.
Diario HOY, 9 de mayo de 1984

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