domingo, 26 de noviembre de 2017

Vamos a contar un cuento


Hay que comenzar a desmitificar las cosas y a mi, y creo que a muchos cacereños conmigo, me parece que esto de la CEE, o del Mercado Común, es más una reunión de mercaderes en la que cada uno está a lo suyo —entiéndase que digo mercaderes y no comerciantes— que un organismo serio para la defensa en común de los intereses de Europa.
Es más, estoy por asegurar que, tras la noticia que leo de que “España está condenada a seguir esperando”, porque Francia quiere defender sus frutas y verduras; Italia y Grecia piden condiciones más favorables a su aceite de oliva y vino, y unos y otros se pasan la pelota para que se nos den ventajas en los productos que no tienen, pero no en los suyos, la sensación que me dan es que la tan cacareada CEE es más aún mercado de verduleras en la que cada cual defiende sus puestos y los productos que el puesto tiene, sin dejar instalar a España un puesto nuevo, por la competencia que podría suponer para los suyos.
Esta desmitificación debería abarcar también a lo que se nos dijo hace años —en vida de Franco— de que, nada más que tuviéramos democracia, entraríamos de lleno en el Mercado Común, nos devolverían Gibraltar, etc., etc. ¿Eran éstas mentiras o ingenuidades de nuestros políticos de turno? Según vemos los hombres de la calle, a la Comunidad del importa un pito el régimen que tengamos, nada más que entremos como compradores y no como vendedores de la competencia. Si nosotros desmontamos nuestras industrias y tragamos, bien; y si no, a seguir esperando. Así de simple. Total que esto es como el cuento de Caperucita —y conste que la idea no es mía— que España, con su cestita de frutas y verduras, quiere ir a Bruselas a dárselas a su abuelita y el lobo, o los lobos no la dejan.
¿Terminará el lobo engulléndose a Caperucita?
Diario HOY, 15 de noviembre de 1984

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