lunes, 13 de noviembre de 2017

Veraneos de antes y de ahora


Ustedes me van a permitir que cierre a “ventana”, por corto tiempo, porque me voy unos días de vacaciones y, la verdad, que con el tiempo fresquito que nos venimos disfrutando, uno no sabe si va a invernar o a veranear, por lo que no me atrevo a decir veraneo, sino vacaciones que siempre vienen bien para el relajo, haga frío o haga calor.
En esto de las vacaciones ha habido siempre modas, y así, como ahora esto de salir unos días con permiso, en estas fechas, implica lo que los castizos suelen llamar “ligar bronce”, no siempre ha sido así. Ahora, las vacaciones son multitudinarias y a sitios donde haga calor para que apetezca el baño, pero esto es relativamente nuevo, porque nuestros padres, los que veraneaban—, ya que no todo el mundo podía hacerlo— elegían sitios fresquitos en los que el baño era secundario y aún solían pasarse las vacaciones sin mojarse siquiera los pies. El mar era para verlo, pero no para meterse en él. Son las nuevas generaciones las que descubrieron que el baño en el mar era apetecible, aunque implique el lógico calor ambiental para realizarlo.
A mi modo de ver esa fue la consecuencia de cambiar las antiguas vacaciones al Norte, por las del sur. Los cacereños ricos de aquel entonces solían ir a Santander o San Sebastián; los menos ricos de clase media, elegían lugares más baratos, pero también al norte, como podrían ser las playas portuguesas de Figueira y de Espiño, pero unos y otros no pensaban ni por asomo en meterse en el agua, sino ver el mar, vestidos con algún traje fresco de entretiempo, corbata clara, “canotier” de paja (que era el signo veraniego por excelencia) y bastoncito de junco. Luego había el casino, las tertulias, las terrazas y los lugares de convivencia social a los que se ceñía el veraneo.
La moda posterior, la actual de meterse en el agua y tumbarse al sol casi sin ropa, implica —como los toros— calor y moscas, y eso es lo que temo que no vamos a tener en este primer turno.
Ojalá me equivoque, y hasta pronto.
Diario HOY, 1 de julio de 1984

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