sábado, 2 de diciembre de 2017

Ilusionar a la juventud


Duele pensar que muchas de las gamberradas que registramos en nuestras calles se hacen sin provecho de nadie, si no es del desahogo del propio gamberro que, excepto eso, no saca nada práctico de ellas.
Digo esto porque a raíz de estas celebraciones de Navidad, en las que se ha repetido una y mil veces que debe presidirlas un mayor espíritu de convivencia, nos encontramos casi todos los años un montón de cosas de uso común atacadas y rotas: farolas, papeleras, anuncios publicitarios, cristales y cuanto esté a la mano, entre lo que podríamos incluir las pocas estatuas que tenemos, los árboles de los parques y jardines, etcétera, etcétera.
Es curioso saber que esos atentados, en su mayoría, los hacen los más jóvenes, los mocetones de 14 a 18 años, por el simple gusto de hacerlo o porque no tienen otra cosa mejor que hacer, después de haberse tomado unas copas o fumado unos porros, que los ponen eufóricos.
Es un incivismo generalizado, que confieso no sé como se podría combatir, pero pienso que habría que buscarle algún remedio.
Par mí, mucho de esto radica en que no se ha dado función ilusionada a la juventud. La misma televisión hace apología de la delincuencia emitiendo películas como “perros callejeros”, que endiosan al delincuente, con el que los de su edad, quiérase o no, se identifican. Puede que suene a viejo, pero aquellas instituciones de jóvenes como “Los Exploradores” los orientaban en sentido contrario obligando a sus miembros a hacer alguna obra buena diaria, lo que era ilusionarlos; o las Juventudes de Acción Católica, por no citar otras de tipo político de las que hay que reconocer les insuflaban al menos patriotismo, aunque fuera visto desde un determinado ángulo. Pienso que a la juventud hay que darle algún ideal, alguna ilusión, a pesar del paro y de los muchos inconvenientes actuales.
Diario HOY, 29 de diciembre de 1984

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