lunes, 18 de diciembre de 2017

Pregunta ingenua


La conciencia de nuestra Hacienda Pública ha sido siempre muy sensible, y quizá por ello, para acallar posibles remordimientos colectivos, cuando ha autorizado un juego de azar —que el Gobierno y la Hacienda de cada momento saben que es tentación, pecado y hasta vicio para el ciudadano— lo suelen encubrir con un tinte benéfico o deportivo, que justifica y “endulza” ese pecado, haciéndolo menos pecado, o al menos, librando la conciencia del legislador que autorizó todo aquello.
Esto pasó con loterías y quinielas de todo tipo, parte de cuyos dineros van a lo deportivo benéfico “blanqueando” el pecado, si lo hubo, del resto del dinero y tapándonos la boca a los ciudadanos que allí perdemos la pestañas y que no podemos llamar tahúr al Estado por enviciarnos y sacarnos el dinero, puesto que el fin del dinero que nos saca parece ser bueno, ya que se destina a obras benéficas o deportivas. Falla por lo de que el fin no justifica los medios, pero dejemos eso aparte.
No es mi deseo discutir esta cosas que así son y las venimos aceptando hace años, sino más bien el señalar que cuando nuestra Administración, hace tiempo, autorizó un nuevo juego, el “bingo”, sin saber entonces qué resultados económicos le daría, sintió el mismo escrúpulo y legisló o recomendó (que esto no lo sé ciertamente) el que cada uno de ellos tuviera como motivo para poder autorizarlo una entidad deportiva, a la que irían determinados fondos de sus permios. Así, aquí hay autorizado dos, uno con el Club Polideportivo Cacereño, como “patrono” y el otro con el patronazgo del “Club Náutico Tajomar”.
Las actividades del Cacereño las conocemos todos, pero las del “Tajomar” son tan escasas o nulas —deportivamente hablando— que nos suena más a “mascarón de proa” que otra cosa; por ello, ingenuamente pregunto: ¿Esto de poner el nombre de un club es más bien “tapadera”? De ser sólo eso, ¿por qué no autorizar los bingos sin más y dejarse de zarandajas?
Diario HOY, 13 de junio de 1985

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