viernes, 1 de diciembre de 2017

Un propósito para la Navidad


Tras del sorteo de ayer, nuestra capital y provincia siguen siendo una de las pocas en las que no ha caído nunca el gordo de Navidad. Es una “virginidad” que yo esperaba se hubiera roto precisamente en el número que llevo pero no sucedió así y como lo de desear salud es algo que nos deseamos todos de corazón, se la deseo a todos y me la deseo a mí mismo, aunque no se cumplió lo del cantar ese que dice: “Tres cosas hay en el mundo: salud, “platita” y amor…” en fin, que si no llegó la “platita”, al menos que nos queden las otras dos cosas importantes del mundo: la salud y el amor.
Precisamente en ellas quiero poner énfasis, sobre todo en la última, porque pienso que nuestro mundo está necesitado de ese amor que no suele tocar en las loterías —y es lástima— porque es el premio más grande y el que mueve al mundo en las cosas verdaderamente trascendentes. Suena a viejo el decir que Jesús-Dios hecho niño, va a nacer una vez más en el pesebre por amor a los hombres, porque los hombres hemos desterrado del mundo —de nuestro mundo cuotidiano— tanto el amor, que todo esto suena a entelequia, a palabra bonita, que nadie piensa cumplir. Pero el eje del mundo lo ha movido siempre más el amor que el dinero. Pienso yo que ese amor puede estar en tratar bien a los que nos rodean, en nuestro mundo próximo, en saber escuchar a los otros, en tratar de entenderlos, en tener una frase amable con cualquiera, aunque ese cualquiera “sea un cardo”, y poder decir con el poeta José Martí que no solo cultivamos una rosa blanca para el amigo, que: “Para aquel que destroza la felicidad que vivo, cardo ni espina cultivo, cultivo la rosa blanca”.
Y, además, que este buen deseo se cumpla no sólo en Navidad, sino a lo largo de todo el año. Así de senillo, y así de complicado, pero yo, por mi parte, voy a ver si soy capaz de llevarlo a cabo.
Diario HOY, 22 de diciembre de 1984

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