jueves, 4 de enero de 2018

El espejo de Blancanieves


La madrastra de Blancanieves, que era además la reina de aquellos pagos, cada dos por tres cogía el espejo y le decía: “Espejito, espejito, ¿quién es la más bella del reino, la más pizpireta y admirada de todos las damas que lo pueblan?”, y el espejo, que no mentía nunca aunque le tuvieran hasta el mango de tanta pregunta estúpida, respondía: “Tú ya no lo eres, mi señora, sino Blancanieves que pasa por ser el guayabo más hermoso de este país”.
Ni que decir tiene que la madrastra se agarraba unos berrinches que, por aquello de que la cuerda se rompe siempre por el sitio más flojo, los acababa pagando el espejo al que traía mártir y cuya tersa superficie terminaba hecho añicos y pisoteada una y otra vez por la reina hasta que los trozos terminaban pulverizados y desacreditados —que es lo peor— porque a la madrastra todo se le volvía decir, para justificarse: “Es que estos espejos baratos hacen aguas y deforman la imagen, como los de las casetas de ferias”.
Pues bien, algo así nos viene pasando a los que nos dedicamos a informar cosa que más seriamente se ha tratado en la asamblea que en Cáceres hemos celebrado los periodistas de Extremadura, en la que se ha hablado de esas presiones que sobre compañeros nuestros han ejercido y ejercen algunos medios más o menos oficiales, y los políticos, nos toman por el espejo de la madrastra y nos preguntan: “Espejito, espejito, ¿quién es el político más guapo, inteligente y con mejor gestión en su haber?”, nosotros no tenemos más remedio que decir la verdad: “Tú ya no lo eres, mi señor, porque tus promesas electorales se convirtieron en arena.” Y con el clásico agregamos; “El romper tu cara importa, que el espejo no hay por qué”.
Diario HOY, 17 de diciembre de 1985

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