miércoles, 3 de enero de 2018

El maestro loco del Casar


En unas jornadas literarias celebradas en Cáceres en mayo de 1955, como un atractivo más de ellas se invitó al maestro romano del Casar, don Ángel Rodríguez Campos, más conocido en el mundo intelectual como “Helénides de Salamina”, a pronunciar una conferencia entre los más de ochenta intelectuales y escritores de primera fila de aquel entonces que figuraban en las jornadas y entre los que citaré a título de ejemplo a César González Ruano, Ignacio Aldecoa, Juan Antonio Cabezas, Jaime Capmany, Pedro de Lorenzo, Zunzunegui, etcétera.
Ni que decir tiene que aquella ilustre concurrencia, entre la que me encontraba simplemente como aprendiz, se tomó el asunto a pitorreo por aquello de que don Ángel vestía siempre de griego clásico y se le podía tomar por un loco. Es más, la noche anterior a la conferencia se especuló sobre todo aquello. El que más y el que menos supuso que era un “payaso”, un maestro de escuela loco cuya manía por vestir como un griego clásico le había trastornado la mente como a Don Quijote y que de su boca no podrían salir más que sandeces. Todos desconocían su obra; sólo se decía que Unamuno se escribió con él en griego, pero nadie pasaba a creer más que en la locura de don Ángel, que pidió se le pusiera un coche que le llevara hasta la puerta de la Diputación, donde se celebraría la conferencia, para no lucirse vestido de griego por las calles de Cáceres.
Se celebró la conferencia y las risas que hubo a su entrada se convirtieron en una silenciosa atención nada más que abrió la boca; atención que se convirtió en respeto y admiración a los pocos minutos. Explicó el porqué se “había apartado del mundo” vistiendo de griego para realizar su “Panelenio”, la obra de su vida, leyó algunos poemas del mismo y explicó su concepción filosófica del mundo.
Al salir le pregunté a César González Ruano, que había sido uno de los más reticentes
— ¿Qué le ha parecido?
— Que los payasos éramos los que le escuchábamos porque es un sabio de cuerpo entero al que hay que perdonarle que vista como quiera.
Diario HOY, 10 de diciembre de 1985

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