jueves, 25 de enero de 2018

El racismo gitano


Hace ya muchísimos años vivió en Cáceres un gitano llamado “El Alfiler”, cuyos descendientes viven aún aquí, y fue un gitano bueno y equilibrado al que apreciaban todos los cacereños, pero que quiso romper los moldes racistas o tradicionales de su raza.
El Alfiler” logró un solar en la trocha de la montaña y comenzó él mismo a hacerse una casita, trabajando duro como albañil y transportando los materiales que conseguía con un par de burritos, Él era tratante de ganado, cargo admitido por el sanedrín de los gitanos, pero a la par quiso autoconstruirse una casa y se convirtió en albañil autónomo con gran disgusto de  los de su raza, que le repudiaron y aún llegaron a atentar contra él descerrajándole un tiro con un pistolón que, afortunadamente, no le hizo daño. Ellos decían que, por tradición, “a un gitano le está prohibido trabajar y que era un desprestigio para todos los calés el que “El Alfiler” se hubiera puesto a ello porque, como era un gitano importante, daba mal ejemplo a todos los gitanos”.
Como puede verse, los gitanos tienen sus estrictas leyes tradicionales que han de respetar y llegan a jugarse la vida si no lo hacen. Ellos admiten las leyes payas, mientras no vayan en contra de las suyas, pero nuestras leyes no les obligan en nada, por lo que las razones de su no integración en la sociedad radican en su propio racismo, no en el nuestro.
Nosotros podemos llegar a ver al gitano como uno de nosotros, pero el gitano nos verá siempre como payos que tratamos de imponerles unas leyes no deseables para los gitanos. Son ellos los racistas y los que no desean integrarse en nuestra sociedad ni en ninguna otra, y por mucho que diga Ramírez Heredia o algún otro gitano—descafeinado, ese racismo es el que les ha ayudado a pervivir durante siglos y no van a dejarlo ahora.
Diario HOY, 17 de agosto de 1986

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