sábado, 6 de enero de 2018

El regalo de Enrique Pérez Comendador


El otro día, en una de las “ventanas” dedicada a la muerte de Magdalena, la esposa del que fuera uno de los más insignes escultores españoles, Enrique Pérez Comendador, insinué el tema y creo que ahora debo agregar algunos detalles más, que serán noticia para muchos.
Pero antes de entrar en él, he de decir algo que he pensado muchas veces y es que nuestra región ha dado en este siglo a España dos de sus mejores escultores, uno muerto ya, como es Pérez Comendador y otro afortunadamente vivo, como es Juan de Ávalos, uno de Badajoz y otro de Cáceres, para que hubiera equilibrio, pero ambos considerados los dos mejores escultores españoles durante mucho tiempo. Pues bien, es en Extremadura, tierra natal de ambos, donde menos obras suyas existen, refiriéndose a obras monumentales y públicas. En Cáceres tenemos, de Comendador, el Gabriel y Galán del Paseo de Cánovas, realizado en su juventud, y el San Pedro de Alcántara de la plaza de Santa María, hecho en madurez y, que por cierto, tiene la curiosidad de que su cabeza es un “autorretrato” del autor. De Juan de Ávalos hay alguna obra en Mérida, su tierra natal, pero más bien poca y pare usted de contar. No sé si esto es una injusticia con esos artistas o no, pero es tema aparte, aunque alguna relación tiene con lo que voy a referir.
En el próximo pleno de la Diputación provincial se tratará el punto de erigir una estatua ecuestre en bronce de Hernán Cortes en su centenario y situarla en una de las plazas cacereñas; la estatua tiene unos cinco metros, es obra de Enrique Pérez Comendador y costará solamente diez millones de pesetas. ¿Cómo es posible tal baratura y cómo es posible que Comendador haga una estatua después de muerto? El secreto es el siguiente: El molde en el que se fundirá en bronce el cuerpo del guerrero y el caballo son de la estatua que Comendador hizo en Valdivia, para Chile, a la que se pondrá la cabeza de Hernán Cortés, obra también de él. Todo esto lo deberemos a una graciosa concesión de Magdalena, su esposa, muerta recientemente y a su alumno preferido, Capa, que será el que se encargue de todo. No sé qué pensarán los demás, pero a mí me parece un regalo.
Diario HOY, 9 de enero de 1986

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