martes, 30 de enero de 2018

Guardias y presuntos


Como mi infancia y niñez se desarrolló en otros tiempos, jugábamos entonces a juegos que ahora sería imposible jugar. Recuerdo uno de estos juegos, el de “guardias y ladrones”, al que ahora no podríamos llamar así, por no ofender a los segundos, ya que parece ser son gentes muy sensibles a las que hay que proteger por encima de todo. Ahora ese juego tendría que llamarse “guardias y presuntos”, porque de llamarlo de otro modo puede uno terminar empapelado, sin que libren las buenas intenciones, y no habría modo de convencer a los niños actuales de que jugaran al mismo, no por formar parte del grupo de los “presuntos”, sino porque ninguno querría formar parte del grupo de los guardias, puesto que ahora parecen haberse cambiado las tornas, y los populares y dignos de imitar son los ladrones y no los guardias,  aunque éstos últimos caigan frecuentemente en el cumplimiento de un deber, que yo no sé si la sociedad actual les reconoce en cuanto a sacrificio.
Son movimientos pendulares de la humanidad que unas veces está a favor del orden y otras del desorden, y el que no lo crea, que mire todos esos romances que encomiaban a los bandidos generosos (que de generosos no solían tener nada): “Debajo de la capa de Luis Candelas, mi corazón amante vuela que vuela…”, y si queremos ponernos más serios, miremos la sentencia de Pilatos, al que el pueblo pide que condene a Jesús y deje libre a Barrabás, el asesino. Pero no vamos a eso, sino a comentar que al lado de dos prisiones (con reclusos dentro que no nos atrevemos a calificar de ningún modo, por lo dicho) y entre ellos se va a instalar un magnífico cuartel de la Guardia Civil, como dejando esa zona precisamente para eso que decíamos, el juego, pero en serio, de “guardias y presuntos”.
La idea no es mala, aunque estos “juegos” ahora sean muy peligrosos.
Diario HOY, 22 de octubre de 1986

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