viernes, 26 de enero de 2018

La fe del consumidor


Se extraña el concejal delegado de Consumo, Emilio Vázquez Navedo, de que nadie haya ido a denunciar a la OMIC (Oficina Municipal de Información al Consumidor) los casos de intoxicación por alimentación ocurridos últimamente en unas bodas. Igual extrañeza nos mostraba el presidente de ADUCA (Asociación de Usuarios y Consumidores), Manuel Cupido, que nos decía que en la sede de dicha asociación sólo había habido una consulta que luego no se materializó en denuncia. El primero nos lo decía francamente molesto, agregando: “Pues si no hay denuncias, la OMIC ignorará lo ocurrido, porque nosotros no trabajamos de oficio”.
A mi modo de ver, tras de cuarenta años de desatenciones con el consumidor, a pesar de que había unos organismos —llamados de otro modo— que decían defenderle y no le defendían, aunque montaban la comedia. Tras de la aprobación de un código alimentario que nadie aplica y que, aun estando en vigor ha habido envenenamientos de todo tipo, harán falta al menos otros cuarenta años de trabajo anónimo y eficaz de estos organismos para que los consumidores comiencen a creer en ellos. En España siempre ha habido picaresca alrededor del consumo y su defensa, y el español de a pie no va a creer a hora que todo ello se ha quitado de golpe y porrazo. Primero habrá que demostrarlo y luego pedir la fe del consumidor. Un ejemplo local podría ser el de la promoción de turismo, que es también una forma de consumo. Si a los pocos turistas que vienen a Cáceres les robamos el coche, les asaltamos en la ciudad monumental, les intoxicamos en los restaurantes, les robamos en los precios y cuando protestan lo más que les decimos es que se queden en su tierra… ustedes me dirán quién viene a esta tierra de pícaros, de no traer consigo, para su defensa, el famoso “Séptimo de Caballería”.
Diario HOY, 29 de agosto de 1986

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