lunes, 1 de enero de 2018

La muerte de don Juan de Austria


Vamos a tratar hoy de una curiosidad histórica relacionada, si no con nuestra tierra, sí con alguien que tuvo mucha vinculación a ella: el célebre Jeromín de Cuacos, convertido después —y precisamente en Yuste— en el don Juan de Austria que dio gloria a España y al mundo occidental en general siendo el capitán que ganó la batalla de Lepanto para gloria de la cristiandad de aquel entonces.
Don Juan de Austria murió muy joven en plena gloria, por lo que la “leyenda negra” le achacó a su hermano el rey Felipe II el haber tenido arte y parte en dicha muerte, llegándose a afirmar que le había envenenado o había mandado envenenarle. La investigación histórica posterior está poniendo en claro lo gratuito de muchas de las afirmaciones de esa leyenda negra, y no está demás que hoy nos dediquemos a explicar cómo murió realmente este héroe, que por cierto no murió muy heroicamente.
Don Juan de Austria, el insigne héroe de Lepanto, murió de una operación de almorranas hecha por los cirujanos de aquel entonces que eran unos verdaderos carniceros. El caso lo narra en su libro de “Cirujía” Daza Chacón, otro médico de la época, argumentando que es mejor para la cura de almorranas el emplear sanguijuelas que lanceta, ya que “alguna vez —dice el libro— es causa de repentina muerte como ocurrió al serenísimo don Juan de Austria, el cual vino a morir miserablemente a manos de médicos y cirujanos porque consultaron darle una lancetada en una almorrana, y proponiéndole el caso, respondió: “Aquí estoy, haced lo que quiséredes”. Diéronle la lancetada y sucedióle luego un flujo de sangre tan bravo que con hacerle todos los remedios posible, dentro de cuatro horas dio el alma al Criador”. Esto es lo que dice el libro, que se extiende después en la forma que el autor hubiera tenido de curarlas sin peligro, pero que nos viene a aclarar ese dato preciso y precioso, aunque no muy digno para la muerte de un héroe cual es el que don Juan murió simplemente de almorranas mal operadas.
Diario HOY, 10 de noviembre de 1985

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