martes, 23 de enero de 2018

La última estatua de Comendador


Sin duda la curiosidad de los cacereños está centrad en la estatua ecuestre de Hernán Cortés, que acaba de ponerse en la plaza del Alférez Provisional, de la que ya contábamos algunas de las vicisitudes en nuestro periódico anterior. Esta estatua entraña una serie de curiosidades, no sólo por ser la obra póstuma de Enrique Pérez Comendador, fundida y realizada por su alumno Eduardo Capa, sino algunas otras que nos fue narrando, mientras dirigía los trabajos de su imposición en el pedestal, Fernando Capa, hijo de Eduardo y también escultor. Mientras charlábamos con él, un curioso cacereño le preguntó por las bridas del caballo. “Esta es una genialidad del propio Pérez Comendador —nos dijo— ya que él pensaba que los conquistadores no necesitaban bridas para dirigir sus caballos y el ponérselas quitaba fuerza al conjunto, razón por la que los caballos de sus estatuas de conquistadores no llevan bridas. Es más, agregó el escultor, quiso ensayar el que tampoco llevaran estribos pero en los ensayos que hizo y que yo conocí, la cosa no salió bien, porque salían demasiado parecidos a las estatuas clásicas ecuestres de personajes romanos, que todos van sin estribos y por ello aceptó el ponerle estribos, pero no bridas”.
Otra curiosidad que implantó también Enrique fue el que figuraran en los bronces el nombre del escultor y el del fundidor, como se hacía en el Renacimiento. Por ello, en ésta, figura en las cinchas del caballo, a un lado el nombre de Comendador y la fecha y al otro el del fundador, Capa y la última fecha de fundición.
Extrañará el que la estatua esté demasiado baja, pero también esto es deseo de Comendador, porque pensaba que el ponerlas demasiado elevadas las distanciaba del pueblo. “De un caballo que se pone a gran altura —decía— el espectador no ve más que la barriga”… y tenía razón.
Diario HOY, 29 de junio de 1986

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