martes, 2 de enero de 2018

Mendigos de importación


Yo no sé cómo diría esto que quiero decir, sin herir los sentimientos caritativos de algunos cacereños que suelen ser de los que abusan los mendigos organizados. En Cáceres, de poco tiempo a esta parte, estamos asistiendo a una invasión de mendigos portugueses que tienen su clan y su método de explotación de sus propios hijos con los que mueven a la caridad, teniéndolos horas y horas en los brazos —posiblemente drogados, yo no lo sé, pero no es fácil que un pequeño de la edad de éstos se esté totalmente quieto— y que tienen ya hasta sitios precisos para desplegarse toda la familia y ocupar cada uno su lugar “de trabajo”, todos con sus carteles similares —escritos en español, porque ellos hablan sólo portugués— que vienen a decir las mismas cosas: “Soy padre de tantos hijos, no tengo trabajo, etc.”
En tiempos tuvimos otra banda de mendigos organizados belgas, que venían en dos furgonetas y que estuvieron algún tiempo entre nosotros porque ésta debe ser una buena plaza para la mendicidad, aún a pesar de que en tiempos antiguos había un cartel a las entradas de Cáceres que decía: “Cáceres, capital de provincial, prohibida la blasfemia y la mendicidad”. Esto se ha olvidado ahora y no sólo blasfemamos y mendigamos los de casa, sino que tenemos hasta mendigos de importación. Lo de los belgas se solucionó, pero  lo de los portugueses parece ser que no lleva camino de ello y hasta el clan ha invadido algún piso cerrado, con idea de quedarse entre nosotros. Yo no sé qué leyes rigen ahora estas cosas, pero las autoridades sí deben saberlas, porque pienso yo que si no se permite la mendicidad de los de casa, mucho menos debe permitirse la de los extranjeros, que es de suponer han entrado con unos permisos y unas normas que alguien debe revisar y ver si están en regla, porque para ejercer de mendigos ya tenemos bastantes dentro.
Diario HOY, 17 de noviembre de 1985

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