jueves, 18 de enero de 2018

No hay enemigo pequeño


Desde que en el siglo pasado Mariano José de Larra escribiera su famoso artículo titulado “Vuelva usted mañana” no hemos progresado gran cosa en eso de aligerar la burocracia. Es más, yo estoy por pensar y decir que la hemos ido complicando más de lo que nunca pudo ni imaginar el propio Larra y estoy por afirmar que el pistoletazo con que se quitó la vida se lo hubiera dado antes si, a la burocracia central, que él criticaba, se hubiera unido en su época la burocracia autonómica que nosotros venimos padeciendo.
Exageración y broma aparte, lo que sí tenemos que afirmar es que las autonomías, que surgieron con el signo de evitar la burocracia de Madrid, han venido a complicar más las cosas y a echar una albarda sobre otra en detrimento del ciudadano que en el mejor de los casos se aguanta por mucho Defensor del Pueblo que haya y que, piensa, estará ocupado en cosas mayores, sin poder ocuparse de estas pequeñas puñeterías. Pero no son tan pequeñas; hace unos días, en la sección de “Cartas a HOY”, un estudiante nos contaba el caso de que para sacar un permiso de armas y dado que estudia en Cáceres, aunque su residencia habitual es Badajoz, fue al Centro Oficial Médico de Cáceres, donde pagó las 3.200 pesetas que cuesta el certificado y cuando lo adjuntó, la Guardia Civil le dijo que el certificado tenía que ser extendido en su provincia, y que éste no valía.
Oiga, ¿es que estos centros oficiales no sirven al menos para el territorio regional?, ¿o que los médicos de una provincia son menos médicos que los de otra?. Bien, pues este caso es diario y a todos los niveles. Un industrial de Cáceres que piensa montar un restaurante para estudiantes se nos quejaba ayer amargamente porque tras pedir préstamos, cuyos intereses corren, puede destriparle la operación que tenía calculada al milímetro, la parsimonia de unos funcionarios intermedios que tienen que tramitarle no sé qué permiso, que está concedido de antemano, pero que ellos tienen que plasmar en un papel con pólizas y lo harán cuando les venga en gana, teniéndoles al fresco el que este contribuyente se arruine esperando ese certificado.
Como ven, una chinita aquí, al mecanismo burocrático y otra allá, pueden enfriar los buenos deseos de cualquiera. En fin, que no hay enemigo pequeño y la burocracia cada día nos crea más.
Diario HOY, 6 de mayo de 1986

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