Quitarse la careta

Esta noche comienzan oficialmente los Carnavales de Cáceres 1986, y la verdad es que, como hace cincuenta años perdimos el pulso a los últimos carnavales cacereños, en la capital se ha olvidado toda la tradición de ellos que, Agustín García y su comisión de festejos municipal, tratan de resucitar a marchas forzadas, empeño que tiene mejores deseos que conocimientos.

Uno queda perplejo leyendo en los periódicos del Cáceres de los años treinta  una serie de designaciones carnavaleras que hoy día no sabemos qué son o a qué se refieren: Sabe usted cuál es el “Domingo de Piñata” dentro del Carnaval?, ¿o el “Domingo Gordo”?. Yo les confieso que no lo sé y mi cultura de las carnestolendas llega, si acaso, a saber eso de lunes y martes de carnaval, entierro de la sardina, y poca cosilla más. La verdad es que de los carnavales antiguos que nos hablan con sus bailes del Gran Teatro, La Churreta, El Mercantil, Artesanos, La Concordia y otro montón de sitios, no tenemos ni idea, y nos suena raro el que en aquel entonces hubiera casas en Cáceres dedicadas al arriendo de disfraces de carnaval, cosa que al parecer era muy rentable porque a los muchos bailes que había era obligado ir disfrazado.

Alguna vez me he preguntado a qué se debe el poco interés actual del cacereño medio, incluida juventud, por los carnavales y la respuesta que yo mismo me he dado está en que ahora la juventud tiene una forma diaria y continuada de divertirse con su “pub”, salas de fiesta continuas, mayor contacto de los sexos, con lo que quiero decir que, como dice el pueblo, todo el año es carnaval. Antes, estos contactos y ocasiones se daban una sola vez en el año, precisamente en esas fiestas que las gentes esperaban como agua de mayo y creo que de ahí era de donde partía —al menos en Cáceres— el éxito de los carnavales ES más, ahora para disfrazarse muchos no tendrían más que quietarse la careta y no habría quien los conociera.

Diario HOY, 7 de febrero de 1986