miércoles, 7 de febrero de 2018

La calabaza de Paniagua


En Cáceres, como posiblemente en otros sitios, de vez en cuando ocurren cosas verdaderamente curiosas. Yo creo que ya les conté cómo apareció en tiempos del alcalde Alfonso Díaz de Bustamante el “Libro de Becerro” municipal, que llevaba perdido un montón de años. En ese libro es donde están inscritas las propiedades de fincas municipales y según decía el historiador don Publio Hurtado, en su tiempo comenzaron a desaparecer hojas del libro y un buen día desapareció el libro completo, que llevaba perdido un montón de años hasta que al mencionado alcalde se lo devolvieron, a través de un sacerdote y en secreto de confesión, por lo que no hubo forma de averiguar quién fue el “secuestrador” del libro que, hasta pudo ser un antepasado de la persona que lo devolvió a su antiguo dueño.
Con el “Libro de Becerro” pudo haber hasta un interés crematístico en el robo, por ocultar las lindes de una finca o por cualquier otro motivo material y de intereses poco confesables, pero con lo que vamos a contarles ahora no caben más que “intereses” espirituales, religiosos o supersticiosos, si ustedes quieren. El caso es curioso. Como casi todos los cacereños saben, en el santuario de la Patrona, Nuestra Señora de la Montaña, se enseña la antigua cueva en la que vivió el eremita Francisco de Paniagua, que trajo su imagen y su vocación a Cáceres. En la pequeña cueva hay una serie de sencillos enseres de los que Paniagua se valía: escudillas, candiles, ollas y cántaros de barro y alguna que otra calabaza para agua de las que el bendito Paniagua utilizaba para litigar su sed cuando viajaba, porque, al decir de las biografías, pocas veces probaba el vino, Pues bien, una de esas calabazas había desaparecido misteriosamente de la cueva y, la verdad, nadie la echó en falta hasta que ahora, dieciocho años después, un devoto la ha devuelto a la Cofradía, ocultando su nombre y sin explicar por qué razón efectuó el robo.
Diario HOY, 15 de enero de 1987

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