miércoles, 7 de febrero de 2018

La sinceridad de Campón


Se ha iniciado la carrera para la consecución de posibles votos en las próximas elecciones municipales que, aunque no están aún tan cerca, tampoco están muy lejos. De aquí en adelante, los representantes de los distintos partidos se van a poner tan amables como puedan cara al posible votante. Es curioso saber que muchos de estos partidos van dándose cuenta de que, aparte de interesar convencer a la “parroquia” (los da casa, cuyo voto está casi asegurado), interesa mucho más convencer a los indecisos a los que hay que ganar hasta con zalemas, si son necesaria, Ahora, con la división del centro derecha, ese río revuelto de posibles votantes indecisos ha aumentado lo suyo. Lo oyes decir en la calle: “lo hacen mal los socialistas, pero desgraciadamente los vamos a tener eternamente, porque no hay “rueda de repuesto”. Cierto es también que algunas formaciones no ven el peligro de que la calle, el Juan español que les da los votos, es muy susceptible y no le suelen agradar esas luchas internas de los partidos, y los que los forman, por alcanzar la cabecera de lista, los primeros puestos, o el sillón. No es un espectáculo edificante para el ciudadano de a pie que lo menos que exige para dar su voto es un algo de idealismo, o remedo de él, no tanto descaro por alcanzar una prebenda,
Muchos de los actuales políticos me recuerdan al pintor cacereño Campón, que vivió en Madrid durante la II República y fundó un partido político, que se presentó a las elecciones y sacó un montón de votos, aunque no los suficiente. Se llamaba partido “Etiestético” y el único líder del mismo era Campón, que pronunciaba sus estrafalarios mítines encaramado a uno de los leones del Congreso y diciendo: “Dame el voto a mí para que salga diputado y pueda comer todos los días, sin ocuparme de más. Yo nos os prometo nada, pero no os engaño… y a vosotros ¿qué más os da?”.
Al menos Campón tenía la virtud de ser sincero.
Diario HOY, 18 de enero de 1987

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