lunes, 12 de febrero de 2018

Ver las cosas con ojos nuevos


Las celebraciones conmemorativas de la designación de Cáceres como “Patrimonio de la Humanidad” se están extendiendo a todos los colectivos, hasta el punto de que cualquier cosa que piensa organizarse se la motiva y relaciona con la designación de nuestra ciudad como patrimonio del mundo.
No es malo
Yo no digo que esto sea malo, sino que me pregunto si en realidad servirá para algo que cree conciencia en los mismos cacereños de lo que realmente se celebra y les sirve para valorar esa joya de ciudad monumental conservada de milagro. Es curioso saber que muchas familias cacereñas han recorrido el mundo, porque ahora se viaja mucho, sin ocurrírseles ni por asomo el visitar el propio museo de las Veletas, y el aljibe árabe, que se señala como pieza única en el mundo, donde no existe más que otro similar en Constantinopla. A cuenta de ello, un cacereño amigo me confesaba que, estando en esa ciudad turca, en uno de estos viajes organizados, les llevaron a un aljibe y el guía les indicó: “Esta es pieza única en el mundo y sólo existe uno similar en España, en la ciudad de Cáceres”.
La vergüenza de no conocerlo
Tal vergüenza me dio no conocerlo, siendo yo cacereño —me decía ni amigo— que nada más llegué a Cáceres, lo primero que hice fue marchar al Museo de las Veletas y pedir visitar el aljibe, que me pareció curioso y del que, por lo menos ahora, puedo decir que lo conozco”.
Yo creo que a muchos cacereños nos ha pasado eso alguna vez y hemos sentido la misma vergüenza de no conocer lo que tan cerca tenemos. Eso es lo que espero yo que pase con estas celebraciones de conmemoración que, si traemos a muchos forasteros y turistas en general, ávidos de conocer esta ciudad, recién declarada patrimonio del mundo, nos despertarán el “apetito” de conocerla a los que en ella vivimos y nos acercamos por allí con otros ojos. Porque para muchos, aquellas calles son estrechas y de paso exclusivamente y les suele pasar como a un presidente de la Audiencia Territorial de los primeros tiempos que, en unos informes sobre la ciudad decía: “Sus casas son viejas y de pura piedra sin blanquear. Los indígenas dicen que no las blanquean porque son palacios, disimulando así su dejadez y holgazanería”. Estaba enterado el presidente.
Diario HOY, 12 de marzo de 1987

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